Palencia Entre Líneas

Cuatro apuntes sobre un sentimiento y una forma de vida: la nuestra. Palencia existe, se ve, se toca y se disfruta. Es un modo de vida.

07 febrero 2014

Los juguetes del Ayuntamiento

Me pasaban esta semana la fotografía de la instalación de un nuevo radar, en la Avenida de Madrid. Otro más. En el Vial son una plaga y en el corazón de la ciudad, los chivatos electrónicos empiezan a ser una tónica habitual. Me sorprendió ver, porque nunca antes había visto una, la señal que advierte en Casado del Alisal, de que ojo con saltarte el semáforo en rojo.
Vivo habitualmente en Madrid, donde pasa más de lo mismo. Cuando apremia la necesidad, sientes que te la clavan por donde pueden. Por motivos de trabajo, tuve que coger un taxi un domingo por la mañana, y el taxista protestaba (y con razón) porque, yendo sólos por el tramo de Santa María de la Cabeza, de sentido único, con varios carriles y sin aceras, no podíamos ir a más de 80 porque había un radar.
Pero es que les va bien a los gobernantes locales para aumentar la recaudación de los Ayuntamientos sin que, en muchos casos, exista peligro para nadie. Se busca la multa, el dinero rápido. Se busca que salte el automático. No existen razones: te pasas, salta el piloto y ya estás fichado. A pagar, aunque sea poco. Un proceso autómata. Una jugada maestra.
Prohibido, prohibido, prohibido, prohibido. No existe la justificación. No existe el margen de maniobra. Sólo el haberte saltado la señal de prohibición. Aunque fueras solo, a 58 kilómetros por hora en vez de a 50 a las 3 de la madrugada un lunes.
Todo esto lo dice un no conductor que sufre, de copiloto, en las rotondas donde descerebrados hacen rectas las curvas, se meten por el carril de dentro y salen por el carril de dentro, sin dar el intermitente. Lo dice un peatón que no sabe si el coche, como tiene el semáforo en ámbar, va a parar, aunque mi semáforo esté en verde, también cerca de una rotonda. Lo dice un ciudadano que entiende que, con las frecuencias absurdas del servicio de transporte público, la gente prefiera moverse en coche por la ciudad, más en invierno y cuando llueve.
Debe de ser que, como está todo tan parado (sin grandes obras, ni posiblidad de grandes ejecuciones), los Ayuntamientos se aferran a estos juguetitos como quien, de niño, tiene una larga tarde de sábado encerrado en su cuarto y tira de sus Construcciones Lego.
Los muchos conductores que protestan y que piensan que los radares son meros instrumentos de recaudación, no pienso que sean unos irresponsables al volante. Tampoco quienes avisan, en redes sociales, dónde se encuentran esos puntos negros... para el bolsillo, sobre todo.

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